En el ojo giratorio del sumidero se desarrollaba una especie de caos aislado. El mundo se rendía a la oscuridad mientras sus músculos pugnaban por recuperar la orientación de su cuerpo. La respiración contenida ardía en su pecho. Luchó por aferrarse al saco en medio de todo aquello. Se veía azotada, envuelta, empujada y cada vez más sumergida más profundamente y más lejos, hasta que la consciencia amenazó con abandonarla por completo. La oscuridad y la desorientación eran totales.

Tenía una profunda sensación de velocidad. Varias partes de su cuerpo chocaron contra protuberancias rocosas mientras se la llevaba el río.

Y entonces...

Sus dedos hallaron un asidero. Había agarrado una sólida estalagmita, y braceaba contra la rápida corriente. Sacó la cabeza y tomó todo el aire que su pecho le permitía albergar.

Notó que llevaba el saco en la mano y se sintió aliviada. El agua en los ojos no le permitía ver e incluso después de limpiarse la cara con el brazo, su visión seguía sin ser clara.

El aire era fresco allí abajo. Valla tanteó con el pie y notó una pared de piedra. Finalmente, la ceguera se redujo mientras volteaba el saco para ponerlo en un saliente, y salía del embravecido torrente.

Se sentó y dio un momento de descanso a su cuerpo mientras examinaba el entorno. La zona adyacente se abría en lo que parecía ser un laberinto de túneles y nichos. Las algas luminiscentes cubrían paredes, estalactitas, estalagmitas, columnas rocosas y zonas del techo. La luz que emitían proporcionaba un brillo siniestro y antinatural que hacía innecesario el uso de una antorcha.

Bien, pensó Valla. Así puedo tener libres las dos manos.

Era imposible detectar cualquier otro sonido aparte del torrente de agua, ya que su rugido estruendoso hacía eco en todo aquel lugar. Valla sacó la capa del saco y se la ajustó para entrar en calor. Afortunadamente, estaba prácticamente seca. Desempaquetó las armas, aliviada al ver que el virote escarlata aún estaba allí. Preparó las ballestas y se quedó de pie con una en cada mano.

Miró en una caverna con puntiagudas púas de piedra caliza que emanaban del suelo y la parte superior, como un tiburón listo para engullir a su presa, y detectó una sombra perfilada contra la oscuridad al fondo que revoloteaba de un lado a otro.

Valla se acercó a ella y, al hacerlo, sintió el primer retazo de la mente del demonio en la suya, una presencia maléfica y detestable que acechaba en los límites de su consciencia, como un lobo escrutando desde el límite de un oscuro bosque.

Al entrar en la caverna la sensación se volvió más persistente. Sus sentidos se pusieron en alerta total y se le aceleró el pulso.

BIENVENIDA, dijo una voz en su cabeza. Valla se desplazó a la parte posterior de la caverna, donde un túnel se perdía en la oscuridad y las algas se volvían más dispersas en las paredes. Aquí y allá había manchas de la misma sustancia negruzca que encontraron en el pozo de Holbrook.

Se agachó y hundió los dedos en la viscosa mugre.

QUÉ INSISTENCIA LA TUYA. QUÉ DESEO.

¿POR QUÉ?

EL OJO LO DIRÁ.

Valla se detuvo y luego se coló en el túnel con las ballestas. Había movimiento en el suelo, un movimiento deslizante. Y entonces lo vio. Su piel reflejaba la escasa luz que bañaba aquel lugar. Se elevó un tentáculo negro que se desplegó y trató de golpearla. Valla disparó un virote y el miembro retrocedió, pero la ballesta no era una buena arma para esa tarea. Se colgó una ballesta y sacó una daga mientras sentía cómo el demonio ya sondeaba su mente con un dolor sordo. Visualizó tentáculos negros en su mente, no muy diferentes del apéndice que la había atacado.

LA HIJA DEL ASERRADOR.

Valla dio un tajo hacia delante, cercenando la punta del tentáculo mientras este se retraía. Lo hizo rápido, pero la presencia en su mente profundizaba aún más.

QUÉ RECUERDOS MÁS DELICIOSOS ALBERGAS, SACO DE SANGRE. LISTOS PARA LA COSECHA.

A medida que avanzaba, Valla sentía como si le perforasen la cabeza con agujas. Los muros estaban ahora cubiertos con el brillante lodo negruzco.

PUEBLO. FAMILIA. AMIGOS. CALOR. COBIJO. DÍAS FELICES.

Y ENTONCES...

DEMONIOS. COMO UNA NUBE DE LANGOSTAS.

Ahora los muros parecían retorcerse mientras más tentáculos emergían y se desenrollaban desde el lodazal. Valla colgó la otra ballesta, sacó otra daga y empezó a dar tajos de izquierda a derecha.

HUIR.

COBARDE.

LA FAMILIA ABANDONADA. LOS DEJASTE MORIR.

Valla luchó con la parte de sí misma que pensaba que eso era cierto.

Vosotros sois la mayor arma del demonio.

—¡No podía hacer nada para evitarlo! ¡Solo habría conseguido morir yo también! —gritó Valla mientras se enfrentaba a un enorme tentáculo que se colaba profundamente—. Hice lo que debía: sobrevivir.

Entonces se encontró en una galería circular aún mayor que se abría al fondo, una semicircunferencia externa flanqueada por columnas rocosas estrechas en el centro y anchas en la base y en la parte superior. Su cabeza palpitaba. El demonio lo intentaba con más fuerza.

GRITOS. MUERTE. ALDEA... PURGADA.

FAMILIA... PURGADA.

—¡No me manipularás como hiciste con Delios!

SANGRE...

SÍ. SANGRE...

UN RÍO DE SANGRE.

—¡Ya basta! ¡Enfréntate a mí y acabemos con esto!

EL OJO VE.

TE VEO.

El estruendo del agua era más lejano en esta zona y a Valla le pareció oír la risilla de una niña pequeña. Observó un movimiento en el anillo exterior y fue tras él.

La cámara curvada conducía a otro túnel. Otro giro y volvió a estar rodeada de tinieblas. Sus pies producían unos ruidos viscosos al caminar sobre la negra ponzoña del suelo y, entonces, el violento rugido del río atenuó cualquier otro sonido.

Iba caminando en círculos en dirección al agua. Una forma, una clara neblina, que parecía ser una cabeza que asomaba tras una esquina, apareció y volvió a desaparecer.

Valla volvió a retomar las ballestas, sorteó el giro y vio brevemente algo que parecía un niño. Este engendro del infierno debe de haber traído a uno de los niños aquí abajo con él... para usarlo de escudo.

La figura corrió. Valla la siguió. Se acercaban al río. Entonces Valla vio que se trataba de una niña. Una niña con el cabello largo y rubio.

TRUENO. LLUVIA.

La niña se detuvo y se quedó quieta de forma siniestra. Valla aminoró la marcha, lista para cualquier sorpresa, el corazón le latía con fuerza en el pecho.

HERMANA.

La niña se giró y Valla vio los rasgos de Halissa.

RÍO. CARRERA. MENTE DESTROZADA.

Estaba claro que no podía ser Halissa. Pero se parecía bastante a ella. La chica estaba pálida, como la misma muerte. Su piel podrida por el agua comenzó a caerse a tiras. Un ojo saltó de su órbita.

Valla se quedó paralizada. El dolor en su mente era insoportable. Pero el muro que había bloqueado sus recuerdos desde que llegó se desmoronaba.

Y recordó...

SÍ.

Recordó la noche en que Halissa salió corriendo, enloquecida, enajenada después de semanas de pesadillas y de vivir como un animal, atormentada por la matanza que había presenciado. Se acordó de haberla perseguido en la tormenta.

La niña pequeña de la cueva sonrió y en la comisura de su boca asomó la pinza de un cangrejo negro.

Halissa había resbalado y el corazón de Valla se había convertido en hielo. Halissa había estirado la mano y Valla la había cogido...

Pero no pudo asirla durante mucho tiempo. Las manos empapadas resbalaron y se soltaron. Halissa chilló mientras desaparecía.

LO ENTERRASTE, LO INTENTASTE. EN LO MÁS PROFUNDO. PERO EL OJO VE.

NO HAY BUENOS SUEÑOS PARA TI.

Valla cayó de rodillas ante la niña de la cueva. Un tentáculo negro surgió del apresurado río, deslizándose como una serpiente por el suelo. Se enroscó alrededor del brazo de Valla y tiró. Una de sus dagas se cayó de sus dedos fríos. Ya no importaba. Nada importaba.

¿POR QUÉ LOS NIÑOS? LOS NIÑOS SON ESPERANZA. SOY EL DESTRUCTOR DE LA ESPERANZA. SOY EL TERROR DE SER ASESINADO POR LOS SERES AMADOS. SOY LA IRA POR LA INOCENCIA PERDIDA.

La destrucción engendra terror. El terror engendra odio. El odio engendra destrucción.

SÍ.

DELIOS. HABÍA MUCHO ODIO EN ÉL.

Y EN LO MÁS PROFUNDO UN NIÑO ASUSTADO. ANSIOSO POR DESTRUIR.

Notó la áspera piedra contra ella mientras era arrastrada al borde del río.

AHORA ERES MÍA.

Pero había un retazo más de recuerdos perdidos.

Recordó el fuego del campamento.

El tentáculo tiró de ella desde abajo. Apareció otro que le amarró el brazo que le quedaba libre. El agua era mucho más profunda en esa zona. Valla cerró los ojos. Aún no quería dejar escapar aún su último aliento. ¿Cuál era la pieza final que faltaba?

El fuego del campamento. Los ejercicios mentales. Había enterrado el recuerdo de la muerte de Halissa. Pero, ¿por qué?

Recuerda.

Para que el demonio lo buscase. En su interior, Valla vio la infiltración como cientos de humeantes tentáculos.

Cuando un demonio mira en tu interior, en los más profundos recodos de tu mente, tú también puedes observar su esencia si sabes cómo hacerlo.

Valla pensó en su consciencia centrándose en un tentáculo y siguiéndolo hasta su fuente...

¿QUÉ ES ESTO?

Es lo más peligroso que un cazador de demonios puede hacer.

Su consciencia invadió la presencia que tan profundamente se había aferrado a la suya. Un malévolo ojo rojo dominaba su visión mental. Avanzó hacia él, buscando. El entorno estaba vivo, lleno de entes que se retorcían y reptaban. Pero, a medida que penetraba aún más, a medida que aumentaba su insistencia... iban tomando forma.

Con repentina claridad, entendió a lo que se enfrentaba.

Valla abrió los ojos bajo el agua. Y allí, en las negras profundidades...

Ardieron como el fuego.

Yo te veo a TI.

Notó que la presencia se retiraba de su mente y le soltaba los brazos. Dio un tajo con la daga que le quedaba, y cortó los tentáculos. El río amenazaba con arrastrarla... pero esta vez no sería así. El rio no le arrebataría nada.

Olphestos ni siquiera es tu maldito nombre real.

Valla pateó hacia la superficie y se aferró con los dedos al saliente rocoso. Tiró de sí misma hacia arriba y el cadáver de Halissa, con una mirada asustada en la cara, retrocedió un paso.

Te veo, Valdraxxis, soldado de a pie. Renegado. Marginado.

La niña muerta dio la vuelta y echó a correr.

Durante las guerras contra los demonios mayores, lideraste una campaña que fracasó. Calumniado y despreciado... En otro tiempo fuiste un demonio importante en los Infiernos Abrasadores, pero ahora eres anatema hasta para los tuyos.

YO...

Algo se sacudió más allá de la oscuridad a su derecha, algo que otrora pudo haber sido un sapo pero ahora estaba malformado e hinchado y tenía unos enormes ojos centelleantes. Se acercó a ella.

NO PODRÉIS CONMIGO.

Valla cogió la daga con los dientes, hurgó en un bolsillo bajo su jubón, y se alegró al comprobar que aún tenía allí las boleadoras.

Lanzó una, que se envolvió alrededor de un brazo anfibio. La criatura levantó el apéndice hasta su rostro, mirando la cuerda y las esferas con expresión estúpida.

La bola explotó, y pulverizó el brazo de aquel ser, así como su cabeza mientras Valla cogía la daga de su boca y acechaba a la niña.

No era realmente el cadáver de Halissa, solo una forma que había adoptado el demonio para debilitarla.

Ahora eres tú el débil, perro faldero.

De los huecos en las paredes surgieron más entes. Cosas monstruosas. La primera descendió en diagonal, y esgrimió una única pinza enorme. Valla saltó por encima y atravesó el caparazón con su daga. Las piernas del engendro fallaron bajo ella. Recuperó una de sus ballestas.

Otra aberración cargó contra ella. Valla disparó un virote que hizo pedazos algo parecido a un brazo y otro más para atravesar un ojo bulboso, sin dejar de moverse y perseguir al suplantador de su hermana. Lanzó la daga y sacó la segunda ballesta.

La recibió un largo pasadizo. Los muros parecían tener vida propia: estaban plagados de insectos, cucarachas, ciempiés y escarabajos... una marea húmeda de pestilencia se abalanzó sobre ella.

La cazadora de demonios se detuvo, plantó rodilla en tierra y disparo múltiples virotes con ambas ballestas. Hubo varias deflagraciones. Notó su calor en la cara y, cuando las llamas se disiparon, la horda reptante se había convertido en una pasta adherida a las paredes. Al resto los aplastó al avanzar.

Valla giró en un recodo, pero lo que vio ya no era la niña pequeña.

Era una imagen de sí misma. Valla dio un paso, sacó el virote escarlata de debajo de su jubón. La Valla reflejada abrió la boca y una espesa babosa negra brotó de ella, y descendió hasta el mentón. De los orificios de la nariz manó también esa misma sustancia. La cicatriz de su mandíbula se abrió y supuró también el fluido oscuro. Sus ojos, se inundaron del líquido negro y la Valla reflejada lloró sangre demoníaca.

No. Esa no soy yo. Esa no seré yo.

La Valla reflejada huyó más allá de un oscuro nicho, y rodeó un enorme pilar de piedra. La cazadora de demonios la siguió con las ballestas listas para disparar. Dio la vuelta al pilar, giró, aterrizó sobre una rodilla, y dijo...

—Te veo, secuaz de los Infiernos Abrasadores...

Pronunció las palabras mientras el demonio emergía del nicho, agitando un fuerte brazo que acababa en una quitinosa hoja serrada. Un golpe que, tan solo un instante antes, habría decapitado sin duda a la hija del aserrador.

—En nombre de todos los que han sufrido, ¡yo te exorcizo!

El demonio era una enorme monstruosidad. Su cuerpo era como el de aquellas criaturas que existen en los abismos del mar, donde la luz nunca llega. Negros y tumefactos tentáculos le servían de piernas. Su torso estaba cubierto con una concha a modo de armadura erizada de protuberancias puntiagudas. Aquella criatura de pesadilla estaba totalmente cubierta de una sustancia viscosa del color de la noche.

—Te exorcizo y te maldigo. ¡No regreses jamás!

Un enorme ojo rojo con una estrecha pupila le devolvía la mirada. La pupila se dilató cuando Valla disparó el virote escarlata.

Este impactó en el ojo, y lo hizo estallar como si fuese una uva. Las runas del asta del virote brillaron y se produjo una deflagración luminosa.

Odio y disciplina

Cazadora de demonios

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